Poemas del libro “Rituales de la Noche”
(Ediciones Ríos al Mar, Paraná, 2002)
Botella al mar
Sobre
el agua fresca y luminosa del mar de mi infancia
flota
una botella con un mensaje invisible.
La carta en blanco fue escrita con un palito y gotas de limón.
Sólo el fuego que alimenta algunos días puede descifrarla.
Vengo del agua.
Yo soy esa botella que el mar empuja.
Traigo un mensaje para el fuego.
Estampa
A mi padre
Una parva de pasto verde y seco
más alta que el hombre
apoyado sobre la pala.
Una vieja pala
marrón como el hombre
heredada como el pasto.
Tres palabras
bajo el cielo de la tarde:
hombre, pasto, pala.
Lección de astronomía
A mi madre
-“Hay que esperar el menguante para la poda”-
expresó, segura.
Y luego me invitó a mirar el cielo
para confirmar las lunitas
que habíamos visto en el almanaque.
Su dedo recortado entre las estrellas
me indicó la esfera luminosa.
-“¿Ves?”- insistió
-“Ya está por menguar,
le falta una rodaja...”
Y yo sentí
que una larga enredadera
unía mi mano, la suya y la luna.
Y me olvidé de la poda.
Playa Nébel
Voy hacia el río
haciendo escalas en los árboles rojos y amarillos
recortados sobre la tarde como estaciones de un rosario
ante los cuales uno se inclinaría, sin prejuicios, a rezar.
El río corre, crecido.
Un pastizal cubre la orilla y disimula el trote de un caballo.
Cae el sol, por su propio peso, otra vez sobre la tierra
y destiñe los verdes de la costa.
Brillan algunos techos en últimos suspiros de luz.
Ahora, la presencia inquietante del caballo se pierde:
un relámpago
que anuncia mil tormentas
una
línea de fuego sobre el agua,
sobre
la calma del día.
¿Acaso el animal huye del éxtasis?
Como el hombre que presiente la trama irremediable del amor
el
siempre inútil intento de escapar del dolor.
Todo transcurre y se detiene
todo vacila en la incertidumbre
como en el Interludio de Miles Davis
que insiste en definirme esta tarde de otoño.
Las quejas del agua
Las quejas del agua que sube
desvanecen el rostro liviano del sueño.
Hay voces encerradas en los caños.
La ciudad es un inmenso animal dormido.
Por sus venas se deslizan rumores
que seducen la vigilia.
En las canteras del aire se guarecen las palabras.
Yacimientos de la noche
donde hurgan como mendigos
los poetas.
Poemas del libro “Spirituals” (Ediciones Del
Dock, Buenos Aires, 2015)
Spiritual
Nobody knows the trouble I see,
nobody knows but Jesus… (1)
cada nota
blanca
cae suave y
se interna
en la
tierra de cada uno
es como si
nevara
(nobody
knows
nobody
snows...) (2)
pero nadie
puede ser música
en copos
lentos que caen
nadie sabe
decir sus pesares
fría y
copiosamente
nevándose
(1) Nadie sabe el pesar que veo
/ nadie sabe excepto Jesús.
(2) Nadie sabe / nadie nieva…
Heridas
donde hay agua, hay vida
donde hay un soplo, el origen
lamerse la herida
como el gato
que apoya la lengua
áspera
sobre la pelambre y
se limpia
sería sencillo
si fuese la piel el
sitio
soplar suave ahí
para el alivio
en ese dolor de
tallo quebrado
donde supura la
savia
mientras los labios
simulan
otra herida y el
beso
va sanando el corte
en el recodo del
gajo
pero comparar para
qué
si no hay órgano
visible
donde se apoye la
herida o la cura
y la cicatriz que no
se palpa
es apenas un indicio
del paso del tiempo
Tregua
It’s me, it’s me, O Lord
standin’ in
the need of prayer (1)
de la
cuerda del tendedero me cuelgo con broches
junto a la
ropa húmeda a descansar
soy una
prenda más bajo el sol que declina
con gotas
que se escurren sobre la piel ajada
y esto se
parece a la resignación
con que una
camisa, a mi lado,
espera la
noche
-los brazos
extendidos en cruz-
en su
propio calvario
(1) Soy yo, soy yo, Señor /
de pie, en necesidad de oración Ve PONCE,
STELLA MARIS
Zapatos
I got shoes, you got shoes,
all God’s children got shoes, when I get to heaven
goin’ to put on my shoes, goin’ to walk all over God’s heaven (1)
fui bajando
de mis zapatos
por
aquellas plataformas de madera
acompañadas
en dúo con pantalones oxford
zuecos
adolescentes de lona turquesa
mocasines
marrones de profesora
fui bajando
de los tacos aguja negros
para sentir
el rojo de las baldosas
o pisar el
azul, hacer pie en el amor
llegué a la
arena y al pasto
los dedos
sobre el suelo:
voluptuosa
incertidumbre
más que
tierra segura
(1) Yo
tengo zapatos, tú tienes zapatos / todos los niños de Dios tienen zapatos,
cuando llegue al cielo / voy a ponerme mis zapatos y caminaré por todo el cielo
de Dios.
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PONCE, STELLA MARIS
Los nombres y la vida
Hush, hush somebody's calling my name
Oh my Lord, Oh my Lord what shall I do, what shall I do? (1)
stella
maris en medio del río
madre la
vio
y yo nací
ahí
antes,
mucho antes
de haber
nacido
en ese
nombre
con esa
estrella de mar
sobre el
uruguay de los pájaros
por la pura
invocación sobre las aguas
ella miraba
desde el barco
cielo y
agua, agua y cielo
hasta que
apareció la imagen
con un
manto de pliegues celestes
en medio
del faro anochecido
quizá el
temor y la soledad
le hicieron
decir: es enorme la virgen
y hubo luz
de aura en sus ojos
cuando
pensó
si alguna
vez...
si llega a
ser niña...
y dice ella
que entonces juntó las manos
y sacando
aire de sus entrañas
exhaló el
primer soplo
y me
nombró.
(1) Silencio, alguien me está nombrando / Oh, mi Señor, oh mi Señor, qué
voy a hacer, qué voy a hacer?
Poemas del libro “La Voz (Poemas del
caleidoscopio)” (Ediciones En Danza, Buenos Aires, 2019)
Sustancias
Ahora
que muerdo el cuerpo de la noche
para
saber de qué está hecha esa médula
de
sombras que me llama y me consume
pregunto:
cuál será la sustancia del poema
cómo
será ese cuerpo que se parece a la noche
en
su obsesión de morder y al que le entrego
desvalida,
mi aliento para que alce su propia voz.
¿Qué es un poema?
el poema es una mesa
para apoyar las palabras
y que descansen y revivan
sobre la misma materia
de la que están hechas
madera oscura de ébano
por ejemplo, en versos herméticos
a veces lustrosos y apreciados como el cedro
o palabras con persistencia de roble
sin embargo mi poema elije
el sencillo eucaliptus de corazón
fragante, bálsamo para la voz
herida que cambia corteza áspera
por lonjas suaves
tal vez el papel, en su defecto, resista
el tallado silencioso de la respiración
que poeta y carpintero comparten
en el arduo oficio de construir apoyos.
Naranjas al sol
un carro cargado de naranjas
a mitad de la cuadra
bajo el sol de la siesta
golpea el caballo los cascos
sobre el asfalto
golpea el chico el cajón
sobre la vereda
por esa necesidad
de fundirse en la música
cae una naranja y se parte
sobre el cordón
Objetivismo (*)
todos nos subimos a
la carretilla de Williams
y nos caímos
mareados por el vértigo
del rojo
anémicos frente a los pollos
blancos
tanto depende de
uno
Siembra
Parece mentira -dijo- de una semillita tan chica nace un árbol tan
grande.
Es cierto -dije- aunque me pregunté si la vida sería siempre tan
lineal.
En el silencio de la casa podía escucharse: Todos venimos de una
semilla.
Él seguía en el patio sacando las pepitas de las vainas de ibirapitá
que habíamos juntado en la plaza y yo en la cocina
las pasaba a un frasco para llevarlas al campo.
No tenemos hijos pero de alguna manera la siembra sigue imponiéndose.
Señales de humo
se quema y se extingue, pero antes el humo
disipa el cuerpo del cigarro
como si esparciera las cenizas de una muerte anticipada
esfumándose lentamente en esa brasa diminuta
que pelea con la noche
así yo también me esfumo, pero antes me quemo
y quemo los restos del día y callo en cada bocanada
para que sean las hojas de tabaco
marcadas por el sol, como mi piel,
enrolladas en su propio destino,
las que hablen al arder y suelten
una delgada señal
de este íntimo incendio a dos voces