Según los antiguos poeta era aquel que
podía descifrar la música del viento. Aquel que con sólo palabras era capaz de
encender el mundo de otra forma.
La poesía se adelanta. Se anticipa.
Calla antes de nombrar pero jamás otorga.
El poeta debe interpretar los signos
del paisaje, la transición del aire y las corrientes.
Darle voz al dolor y a la mirada. A
todo lo que es y a lo que habita. A la palabra misma empleada de otro modo.
Solo en él convive lo demás. Ahí justamente nos encontramos con el libro “Spirituals”
de Stella Maris Ponce que con anterioridad publicó el libro de poemas “Rituales
de la noche”, Ediciones Ríos al Mar 2002, colección dirigida por la excelente
poeta Marta Zamarripa.
El libro de Stella se nos presenta como
una llave capaz de abrirnos las puertas a un universo lírico conmovedor. Resplandeciente.
Capaz de conducirnos por la poesía y el canto religioso. En este marco
totalmente singular puedo decir que el poema y la canción conviven
armoniosamente. Comunión entre la música y las palabras. Ella sugiere su
recorrido “capaz de encontrar en la luz las primeras caricias”.
La poesía nos convoca a una región
desconocida. “Agua insomne” como bien señala.
Por momentos el libro se vuelve una
canción que se asemeja al “Blues de la medianoche”, allí donde su madre la
aguarda para hamacarla como cuando era niña. Después de esta imagen ingresamos
a los “Hollers” cantos de trabajo, individuales de los esclavos que expresan
dolor y resistencia.
“Alguien escribe por ella” pronuncia.
Tal vez sea el sufrimiento quien a cara lavada se presente para decirle:
existo.
“La vida es un temblor cuando la muerte
anda rondando” asegura.
La canción aparece para quitar el
dolor, para poder olvidarse del olvido.
Para sortear el sufrimiento, nos
encontramos más adelante con estos versos que constituyen uno de los mayores
aciertos del libro: “Esa mujer que pinta el mar,/ entra por el ojo de la ola y
sale por la boca./ Mira desde adentro./ Ella misma es la ola.”
A veces es la esperanza del canto la
única salvación posible. La única dicha en medio de la esclavitud y el
desamparo. La única posibilidad de hacer el mundo bello por un instante, aunque
después sucedan la crueldad y el horror.
La belleza en el arte no es mera
construcción de los sentidos. Hay algo más profundo que nos desvela, que nos
invita a caminar con otros pasos y estos textos son testimonio de ese
encuentro.
Diría que estos cantos buscan en la
esperanza su reflejo. Su forma de enhebrar un cielo para todos.
Somos nuestras ausencias. Un modo de
nombrar lo que es de otros. Quien entra en este libro es capaz de comprender la
conjunción entre árbol y piedra así como “piedra y camino” de Yupanqui.
Para finalizar hay que abrirse a este
viaje que nos conduce al centro de la provincia o al centro de nosotros mismos.
Saludo tu nuevo libro amiga. Espero
estas palabras puedan viajar con vos.
Martín Carlomagno, 07 de Octubre 2015.